Intolerantes y fascistas!!!
"Torquemada, de la que nos salvamos"
Arsenal
Por: Francisco Garfias
La curiosidad periodística me llevó al Salón Pegaso del Hotel Nikko, donde el miércoles por la noche se presentó el libro 2 de Julio, de Carlos Tello (Editorial Planeta). Los ayatolas del lopezobradorismo habían llamado a boicotear el acto, desde la página senderodelpeje, que tienen en internet.
Las crónicas de ayer relataron los pormenores de lo que allí sucedió. El acto de intolerancia de los pejistas lo iniciaron, antes de la sesión de preguntas y respuestas, dos mujeres vestidas en forma relajada. Se encontraban sentadas junto a este reportero. No pararon de criticar e insultar en voz baja al ex canciller Jorge G. Castañeda, uno de los ponentes, durante la intervención éste. Fue la señal para que se levantaran otros, y otros más, hasta formar decenas.
Busqué con la mirada a Jorge Alcocer. El director de Voz y Voto estaba muy calladito, justamente detrás de mí. Escudriñaba con la vista el entretenido pero bochornoso espectáculo que se ofrecía a sus ojos. Decenas de partidarios de Andrés Manuel López Obrador, mezclados entre los invitados a la presentación del libro, habían logrado su objetivo de reventar el acto.
Alcocer, sin mostrar la menor emoción, escuchaba los gritos que calificaban de "¡mentiroso!" al autor de la crónica del 2 de julio; las alabanzas a El Peje estilo "¡es un honor, estar con Obrador..!"; los insultos al presidente Calderón, con la malograda rima "¡Pelele, entiende, la gente no te quiere..!" También miraba las pancartas de los panfleteros que rezaban: "Tello, inmoral, lengua viperina" o "No es un libro, es un panfleto".
El ex perredista sólo rompió su silencio cuando le preguntamos su opinión de lo que sucedía. Seis palabras bastaron para describir el sentimiento de los que no estaban allí para boicotear la presentación del polémico libro: "¡Torquemada, de la que nos salvamos!"
Ya para entonces había vencido el ultimátum que Leo Zuckermann, otro de los ponentes, había dado a los alborotadores para que se callaran. "Dos minutos contaditos en mi reloj", dijo. Pero ni caso. Los organizadores decidieron entonces llevar a Tello, Woldenberg, Castañeda y Zuckermann a un salón contiguo, para protegerlos.
Fuera del Pegaso se concentraron los invitados de lujo. Jesús Silva-Herzog, Héctor Aguilar Camín, Jorge Alcocer. La conversación se armó entre los dos últimos. "Es la misma pandilla de Fernández Noroña que impidió a (Luis Carlos) Ugalde hablar en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM ", comentó Alcocer. Alguien intervino para recordar que el consejero presidente del IFE ni siquiera se presentó a aquel acto, por las amenazas que recibió de los senderopejistas. "No tienen otro argumento que gritar y abrumar", sintetizó Aguilar Camín.
Alcocer retomó la palabra para recordar que, en un seminario sobre la izquierda, organizado en la UNAM por el investigador Roger Bartra, hubo una ponencia del crítico literario Christopher Domínguez. Habló de "la gran mentira" de López Obrador y trató de cómplices a los llamados intelectuales de izquierda. Lo que más llamó la atención del director de Voz y Voto fue el comportamiento civilizado de los estudiantes, aun de los que se declaraban lopezobradoristas.
Antes que reventaran el acto, Castañeda, amigo cercano de Carlos Fuentes, afirmó contundente que la famosa cena a la que habrían asistido Juan Ramón de la Fuente , el empresario Carlos Slim, el autor de Aura, entre otros, para hablar de la anulación de la elección presidencial y de integrar la presidencia interina, sí se llevó a cabo. "Sí tuvo lugar ese encuentro, no importa si fue en casa del rector o en un comedor", puntualizó el ex canciller.
Tello reconoció que la famosa cena, desmentida por Ignacio Solares, en la revista Proceso, no fue en casa del rector de la UNAM , como escribió en el libro, sino "en un salón adyacente a la Sala Nezahualcóyotl ", de Ciudad Universitaria. No alcanzó a decir más.
panchogarfias@yahoo.com.mx
--------------------------------------------------------------------------------
Lo reitero: son intolerantes y fascistas
Juegos de poder
Por: Leo Zuckermann
La discusión se estaba poniendo buena. Había un asunto de fondo que debatir: ¿debe un escritor reservarse sus fuentes? ¿Hizo bien Carlos Tello en revelar que López Obrador admitió haber perdido la elección a partir de una fuente indirecta? José Woldenberg pensaba que no. Que la decisión del autor demeritó un libro que, más allá de esta anécdota, provee muchos datos para "desmontar un buen número de mitos" sobre la elección. En cambio, Jorge Castañeda, defendía el derecho de Tello a "morirse en la raya" con tal de no destapar su fuente. En su opinión, la promesa de no revelarlas es lo que le da vida a la reconstrucción histórica de los hechos.
El asunto merecía —merece— un buen debate. Como moderador de la mesa, me parecía que los argumentos de Woldenberg y Castañeda tenían méritos. Había aquí un buen dilema que resolver, de esos que deben ser discutidos racionalmente. El autor de 2 de julio estaba dispuesto a hacerlo. Decidió abrir el espacio a las preguntas del público. Seguramente recibiría cuestionamientos muy difíciles. La mesa estaba lista con dos estupendos comentaristas y un autor dispuesto a defender sus posturas. Estábamos a punto de pasarle el micrófono al público cuando un grupo de lopezobradoristas comenzaron a gritar insultos. Salieron las pancartas. Se levantaron y rodearon la mesa.
Traté de convencerlos de que hicieran sus cuestionamientos de manera respetuosa y civilizada. No escucharon. Estaban en lo suyo: querían reventar el acto. No habían ido a debatir. Lo que querían era amedrentar al autor que cometió el pecado de cuestionar a su Gran Hermano.
Los improperios fueron escalando. Decidimos terminar la sesión. Al salir, nos aventaron botellas de plástico vacías y plantas que arrancaron de un arreglo floral. Detrás de mí venía uno de los líderes que más vociferaban. Me agarró del traje y empezó a jalar. Le pedí amablemente que me soltara. No lo hizo. Insistí, pero continuó jalándome. Sólo me soltó cuando le dije que eran unos intolerantes y fascistas. Se le iluminaron los ojos. Era lo que quería escuchar. Su provocación había funcionado.
No me arrepiento, en absoluto, de haberlo dicho porque es exactamente lo que pienso. No tengo la menor duda de que son unos intolerantes y fascistas los que reventaron la presentación del libro de Tello. Si hubieran podido, igual y hubieran quemado al libro y, en una de ésas, hasta al autor y todos los que recomendamos su lectura.
¿Exagero? Quizá, pero no lo creo. Desgraciada o afortunadamente vengo de una familia que emigró a México a consecuencia de intolerantes y fascistas, tanto de derecha como de izquierda. Conozco bien cómo comienzan estas historias.
Ahora más que nunca estoy convencido de que una sociedad debe resolver sus problemas, sus dilemas, debatiendo. Que en mi país —el mismo que salvó a mi familia de la hoguera de la intolerancia— debemos tener la capacidad de escucharnos los unos a los otros, e incluso cambiar de opinión cuando el de enfrente tenga los mejores argumentos.
El martes no lo pudimos hacer. Se impusieron los que no querían debatir. Como en la rebelión en la granja, ganaron los cerdos que pretenden que Napoleón, su líder irrefutable, los gobierne con poder absoluto. Prevalecieron los que desprecian a la democracia, la cual siguen considerando como insoportablemente burguesa. Fue, sin duda, un triste episodio. Y aunque por fortuna los intolerantes y fascistas todavía están muy lejos de ser una mayoría en este país, no podemos considerarlos como un simple espectáculo pintoresco de la vida política nacional.
--------------------------------------------------------------------------------
Pejistas contra la libertad
Carlos Marín / Milenio
La operación sabotaje contra la presentación de 6 de julio de Carlos Tello Díaz fue patética y atroz.
Como “detectives chinos”, los reventadores se delataban a medida que entraban al salón y ocupaban lugares “estratégicos”, debido a que bajo la ropa sobrepuesta de “bien presentaditos” dejaban asomar las pancartas y las camisetas pejianas.
Su misión fue fascistoide: impedir hablar a Tello Díaz, quien logra en su libro demostrar lo que se sabía en retazos: que Andrés Manuel López Obrador, desde el mismo día de las elecciones, supo que perdió, y que esa misma noche maquinó la vacilada del “fraude”.
En estricto rigor, si el ex candidato dijo o no “perdí” es lo de menos: el hecho sustantivo de que conoció su derrota lo corroboran los testimoniales recopilados.
Lo peor: el grupo de reventadores evidenció una vez más que el movimiento que representan y el dirigente que adoran son, ni hablar, enemigos de la libertad de expresión.
Arsenal
Por: Francisco Garfias
La curiosidad periodística me llevó al Salón Pegaso del Hotel Nikko, donde el miércoles por la noche se presentó el libro 2 de Julio, de Carlos Tello (Editorial Planeta). Los ayatolas del lopezobradorismo habían llamado a boicotear el acto, desde la página senderodelpeje, que tienen en internet.
Las crónicas de ayer relataron los pormenores de lo que allí sucedió. El acto de intolerancia de los pejistas lo iniciaron, antes de la sesión de preguntas y respuestas, dos mujeres vestidas en forma relajada. Se encontraban sentadas junto a este reportero. No pararon de criticar e insultar en voz baja al ex canciller Jorge G. Castañeda, uno de los ponentes, durante la intervención éste. Fue la señal para que se levantaran otros, y otros más, hasta formar decenas.
Busqué con la mirada a Jorge Alcocer. El director de Voz y Voto estaba muy calladito, justamente detrás de mí. Escudriñaba con la vista el entretenido pero bochornoso espectáculo que se ofrecía a sus ojos. Decenas de partidarios de Andrés Manuel López Obrador, mezclados entre los invitados a la presentación del libro, habían logrado su objetivo de reventar el acto.
Alcocer, sin mostrar la menor emoción, escuchaba los gritos que calificaban de "¡mentiroso!" al autor de la crónica del 2 de julio; las alabanzas a El Peje estilo "¡es un honor, estar con Obrador..!"; los insultos al presidente Calderón, con la malograda rima "¡Pelele, entiende, la gente no te quiere..!" También miraba las pancartas de los panfleteros que rezaban: "Tello, inmoral, lengua viperina" o "No es un libro, es un panfleto".
El ex perredista sólo rompió su silencio cuando le preguntamos su opinión de lo que sucedía. Seis palabras bastaron para describir el sentimiento de los que no estaban allí para boicotear la presentación del polémico libro: "¡Torquemada, de la que nos salvamos!"
Ya para entonces había vencido el ultimátum que Leo Zuckermann, otro de los ponentes, había dado a los alborotadores para que se callaran. "Dos minutos contaditos en mi reloj", dijo. Pero ni caso. Los organizadores decidieron entonces llevar a Tello, Woldenberg, Castañeda y Zuckermann a un salón contiguo, para protegerlos.
Fuera del Pegaso se concentraron los invitados de lujo. Jesús Silva-Herzog, Héctor Aguilar Camín, Jorge Alcocer. La conversación se armó entre los dos últimos. "Es la misma pandilla de Fernández Noroña que impidió a (Luis Carlos) Ugalde hablar en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM ", comentó Alcocer. Alguien intervino para recordar que el consejero presidente del IFE ni siquiera se presentó a aquel acto, por las amenazas que recibió de los senderopejistas. "No tienen otro argumento que gritar y abrumar", sintetizó Aguilar Camín.
Alcocer retomó la palabra para recordar que, en un seminario sobre la izquierda, organizado en la UNAM por el investigador Roger Bartra, hubo una ponencia del crítico literario Christopher Domínguez. Habló de "la gran mentira" de López Obrador y trató de cómplices a los llamados intelectuales de izquierda. Lo que más llamó la atención del director de Voz y Voto fue el comportamiento civilizado de los estudiantes, aun de los que se declaraban lopezobradoristas.
Antes que reventaran el acto, Castañeda, amigo cercano de Carlos Fuentes, afirmó contundente que la famosa cena a la que habrían asistido Juan Ramón de la Fuente , el empresario Carlos Slim, el autor de Aura, entre otros, para hablar de la anulación de la elección presidencial y de integrar la presidencia interina, sí se llevó a cabo. "Sí tuvo lugar ese encuentro, no importa si fue en casa del rector o en un comedor", puntualizó el ex canciller.
Tello reconoció que la famosa cena, desmentida por Ignacio Solares, en la revista Proceso, no fue en casa del rector de la UNAM , como escribió en el libro, sino "en un salón adyacente a la Sala Nezahualcóyotl ", de Ciudad Universitaria. No alcanzó a decir más.
panchogarfias@yahoo.com.mx
--------------------------------------------------------------------------------
Lo reitero: son intolerantes y fascistas
Juegos de poder
Por: Leo Zuckermann
La discusión se estaba poniendo buena. Había un asunto de fondo que debatir: ¿debe un escritor reservarse sus fuentes? ¿Hizo bien Carlos Tello en revelar que López Obrador admitió haber perdido la elección a partir de una fuente indirecta? José Woldenberg pensaba que no. Que la decisión del autor demeritó un libro que, más allá de esta anécdota, provee muchos datos para "desmontar un buen número de mitos" sobre la elección. En cambio, Jorge Castañeda, defendía el derecho de Tello a "morirse en la raya" con tal de no destapar su fuente. En su opinión, la promesa de no revelarlas es lo que le da vida a la reconstrucción histórica de los hechos.
El asunto merecía —merece— un buen debate. Como moderador de la mesa, me parecía que los argumentos de Woldenberg y Castañeda tenían méritos. Había aquí un buen dilema que resolver, de esos que deben ser discutidos racionalmente. El autor de 2 de julio estaba dispuesto a hacerlo. Decidió abrir el espacio a las preguntas del público. Seguramente recibiría cuestionamientos muy difíciles. La mesa estaba lista con dos estupendos comentaristas y un autor dispuesto a defender sus posturas. Estábamos a punto de pasarle el micrófono al público cuando un grupo de lopezobradoristas comenzaron a gritar insultos. Salieron las pancartas. Se levantaron y rodearon la mesa.
Traté de convencerlos de que hicieran sus cuestionamientos de manera respetuosa y civilizada. No escucharon. Estaban en lo suyo: querían reventar el acto. No habían ido a debatir. Lo que querían era amedrentar al autor que cometió el pecado de cuestionar a su Gran Hermano.
Los improperios fueron escalando. Decidimos terminar la sesión. Al salir, nos aventaron botellas de plástico vacías y plantas que arrancaron de un arreglo floral. Detrás de mí venía uno de los líderes que más vociferaban. Me agarró del traje y empezó a jalar. Le pedí amablemente que me soltara. No lo hizo. Insistí, pero continuó jalándome. Sólo me soltó cuando le dije que eran unos intolerantes y fascistas. Se le iluminaron los ojos. Era lo que quería escuchar. Su provocación había funcionado.
No me arrepiento, en absoluto, de haberlo dicho porque es exactamente lo que pienso. No tengo la menor duda de que son unos intolerantes y fascistas los que reventaron la presentación del libro de Tello. Si hubieran podido, igual y hubieran quemado al libro y, en una de ésas, hasta al autor y todos los que recomendamos su lectura.
¿Exagero? Quizá, pero no lo creo. Desgraciada o afortunadamente vengo de una familia que emigró a México a consecuencia de intolerantes y fascistas, tanto de derecha como de izquierda. Conozco bien cómo comienzan estas historias.
Ahora más que nunca estoy convencido de que una sociedad debe resolver sus problemas, sus dilemas, debatiendo. Que en mi país —el mismo que salvó a mi familia de la hoguera de la intolerancia— debemos tener la capacidad de escucharnos los unos a los otros, e incluso cambiar de opinión cuando el de enfrente tenga los mejores argumentos.
El martes no lo pudimos hacer. Se impusieron los que no querían debatir. Como en la rebelión en la granja, ganaron los cerdos que pretenden que Napoleón, su líder irrefutable, los gobierne con poder absoluto. Prevalecieron los que desprecian a la democracia, la cual siguen considerando como insoportablemente burguesa. Fue, sin duda, un triste episodio. Y aunque por fortuna los intolerantes y fascistas todavía están muy lejos de ser una mayoría en este país, no podemos considerarlos como un simple espectáculo pintoresco de la vida política nacional.
--------------------------------------------------------------------------------
Pejistas contra la libertad
Carlos Marín / Milenio
La operación sabotaje contra la presentación de 6 de julio de Carlos Tello Díaz fue patética y atroz.
Como “detectives chinos”, los reventadores se delataban a medida que entraban al salón y ocupaban lugares “estratégicos”, debido a que bajo la ropa sobrepuesta de “bien presentaditos” dejaban asomar las pancartas y las camisetas pejianas.
Su misión fue fascistoide: impedir hablar a Tello Díaz, quien logra en su libro demostrar lo que se sabía en retazos: que Andrés Manuel López Obrador, desde el mismo día de las elecciones, supo que perdió, y que esa misma noche maquinó la vacilada del “fraude”.
En estricto rigor, si el ex candidato dijo o no “perdí” es lo de menos: el hecho sustantivo de que conoció su derrota lo corroboran los testimoniales recopilados.
Lo peor: el grupo de reventadores evidenció una vez más que el movimiento que representan y el dirigente que adoran son, ni hablar, enemigos de la libertad de expresión.
Etiquetas: 2 de julio, PRD
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home